
El jefe del Ejecutivo español acudió a la cita con la serenidad que le distingue, y delgado, reflejo de los innumerables asuntos que engordan su agenda, en la que este miércoles abrió un hueco de más de dos horas para atender a los periodistas. El catálogo de cuestiones que llevaban para él era variado y comprometido. A los colegas europeos les interesaba fundamentalmente la crisis económica. A ABC, también asuntos internos como la deriva secesionista catalana, el caso Bolinaga o las próximas elecciones vascas y gallegas. Mariano Rajoy no rehusó ninguna cuestión y fue prolijo en no pocas respuestas. Con realismo y prudencia, pero con las ideas claras y la tranquilidad que da «gobernar intentando conseguir los mejores resultados para el pueblo» y tratando de «entender la realidad en la que vivo».
-Antes de las elecciones, parecía que cuando llegara el PP al Gobierno se solucionarían los problemas de credibilidad y acoso a la deuda de nuestro país. ¿Por qué no ocurrió así?
-Siempre que hay elecciones se genera una corriente de optimismo y de expectativas sobre el nuevo gobernante; no es cosa de España. Y si estas elecciones se producen en unos momentos de crisis tan aguda como la actual, esas expectativas se multiplican. Por otra parte, la credibilidad de la economía española recibió un golpe tremendo con la desviación de las cifras de déficit: causó un daño terrible a nuestra imagen en los mercados financieros y entre nuestros socios europeos. Y también está causando un daño terrible a los ciudadanos, porque en definitiva son los que están asumiendo de una u otra manera el esfuerzo que todos debemos hacer para que España siga siendo el país cumplidor que ha sido siempre. Dicho todo esto, yo no tengo varitas mágicas y nunca prometí milagros. Saldremos de esta, no me cabe ninguna duda, pero con esfuerzo, perseverancia y fe en nosotros mismos. Nos toca navegar con el viento en contra; ya lo hemos hecho otras veces.
-¿Hasta dónde puede aguantar el ciudadano los sacrificios que se le exigen?
-Es una pregunta complicada. Lo que estamos haciendo no es fácil. Se nos ha pedido una reducción del déficit público de 2,6 puntos este año, estando además en recesión y financiándonos a unos precios muy elevados. Pues lo estamos haciendo, y creo que lo vamos a conseguir. También estamos haciendo reformas estructurales. Y claro, esto a la gente le duele y yo lo entiendo. ¿Cómo no lo voy a entender? No soy un insensato. Pero estamos intentando ser justos y equitativos a la hora de repartir los esfuerzos.
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